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Osvaldo Benavides en una de sus mejores actuaciones

Osvaldo Benavides adopta en la entrevista un tono serio. Su inflexión no cambia, pero de repente suelta frases aderezadas con algún comentario corrosivo que aligeran el ambiente. Él es uno de los protagonistas de Mentada de padre, película dirigida a cuatro manos por Fernando Rovzar y Mark Alazraki en la que interpreta a un actor con aires de grandeza al que nadie contrata. En principio, le atrajo ser parte de un proyecto en el que participarían varios de sus amigos, incluido Mark, pero también “el tono de la película, lo que la película nos proponía, que era no ensayos y jugar en el set. Venía de hacer otra, que se llamó Todo mal, y venía muy enganchado con la onda de improvisar, buscar chistes en toma y quería seguirlo haciendo, y esta película fue mucho más que Todo mal en ese sentido”.

 

 

Explica: “la tuvimos que ir descubriendo a base de improvisaciones y de saber que teníamos que encontrar el mejor chiste posible que no estaba en el guion, teníamos que proponer y esa era la consigna de todos: tirar lo que se nos ocurriera en el momento en que se nos ocurriera, y no iba a haber pedo. No iba a haber nadie que fuera a ser juzgado, no iba a haber un chiste que fuera malo. Al contrario, la idea era tirar el chiste por muy malo que fuera para llegar a uno mejor. Me hace sentir orgulloso que parece una peli que se preparó mucho actoralmente, pero realmente la hicimos todos en colaboración a la hora del set”.

 

 

Eso implicó una filmación cronológica porque “con los personajes con los que empezamos no son con los que terminanos, y la historia, la ficción, es justamente eso: una historia de crecimiento. En efecto, primero teníamos un cascarón muy superficial de los personajes y al final terminamos todos entendiéndonos y reconociéndonos como hermanos y como los personajes que llegamos a ser al final de la película”.

 

 

A Osvaldo lo que más le gustó de interpretar a Fausto, su personaje, “es que saqué a la loca que traigo adentro. Todos tenemos una loca dentro y Fausto es mi loca, pero además en esteroides, a full. Jugar de esa forma, tan libremente, es lo más divertido que hay. De eso se trata la actuación: que en el momento en que te suceda algo, lo saques, sea lo que sea, que no reprimas los estímulos. Y Fausto fue el vehículo perfecto”. 

 

 

Osvaldo dice que no recuerda mucho de su primera lectura del guion. “Lo que sentía es que me gustaba el personaje, pero el personaje que salió no es el que estaba planteado, en el caso de todos fue así. Y en la película cada uno tiene su corazón, su momento emotivo, y no nada más es una comedia en la que te carcajeas, sino que los personajes sí crecen. Y eso me gusta: que no solo entretenga, sino que de pronto hasta te conmueva”.

 

 

El reto, dice, “fue encontrar la película, pero ni lo pensamos, más bien agarramos y desde el primer dia del set, que fue la secuencia donde nos leen el testamento, desde el minuto uno pareciera que ya nos habíamos puesto todos de acuerdo sobre qué chingados íbamos a hacer, que era proponer y cagarnos de risa, básicamente. Eso era lo que esta peli necesitaba. Todo el tiempo estábamos echando desmadre en el set, es la profesionalización de echar desmadre en el set esta película, usar el desmadre para que quede en el cuadro y que quede bien. Por eso la peli aguanta que estén los cuadros estáticos o que estemos todo el tiempo encerrados. Finalmente un reality show es eso: meter una gente ahí y ver qué pasa”.

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