Juan Pablo Medina es Hugo en Guadalupe Reyes
Luis (Martín Altomaro) y Hugo (Juan Pablo Medina) se reencuentran luego de haber sido amigos inseparables diez años atrás. Con estilos de vida opuestos, emprenden el Guadalupe Reyes, un maratón de excesos etílicos, porque Hugo, como chavorruco con una posición económica comodísima pero sin amigos reales, y Luis, que vive monótonamente hasta que descubre la infidelidad de su esposa, deciden cumplir el reto que tenían desde su etapa universitaria. De eso va Guadalupe Reyes, filme de comedia de Salvador Espinosa.
“El Guadalupe Reyes es el pretexto para contar una historia de amistad, sobre la ausencia, la pérdida –dice Juan Pablo Medina–. Trabajamos muchísimo para que no se volviera una historia anecdótica, de fiesta, porque la película no iba a tener nada qué decir, sólo iba a ser entretenida en cierto momento. Queríamos contar una historia más interesante, más profunda. Y en eso nos clavamos: no en contar una comedia romántica ni una anécdota de fiesta, sino una historia de dos amigos que se reencuentran y se la pasan poca madre y luego no tanto. Justo ese es el gran acierto de la película, que no la hace una película más sino con unos personajes entrañables”.
A Juan Pablo lo llamó Erick Zuckerman, el guionista de la película, para que hiciera a Hugo. Junto con Martín, que interpreta a Luis, trabajaron en la construcción del mundo de los personajes y su contexto pues estuvieron en el proyecto desde la preproducción. De ese modo, tuvieron las herramientas para que “cuando ya estuviéramos filmando, agregáramos cosas que se nos ocurrían en el momento, pero que quedaran bajo la misma línea del personaje que habíamos creado. La química de llevarnos bien ya la tenemos desde hace mucho tiempo, somos amigos desde hace mucho, nos conocemos perfecto”.
En cuanto a la historia, dice Juan Pablo, durante el Guadalupe-Reyes los personajes se transforman. “Primero se reencuentran y eso es muy poderoso, es el corazón de la película, y luego se vuelven a separar y entonces se transforman, se reinventan. Ese es el porqué del Guadalupe, no nada más el pretexto para enfiestar, sino es para que exista una transformación de los personajes”.
En ese sentido, “trabajamos un arco dramático en los personajes para que fuera creíble, tenía que haber una progresión. Por eso teníamos que tener muy claro lo que estábamos haciendo, porque no filmas cronológicamente y tienes que tener muy claro en qué estado de ánimo está el personaje, qué está pasando por su cabeza, qué está pensando en ese momento, qué veinte le está cayendo. Y hay una escena en la que tuvimos una experiencia religiosa, justo cuando se vuelven a separar y se extrañan y suena esa canción”.