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El regreso triunfal de Florinda Meza al cine

Dice Florinda Meza que Dulce familia no representa tanto su regreso al cine como una forma de decir “aquí estoy, esto es un ejemplo de lo que puedo hacer”. Durante toda su carrera, que empezó en los años setenta, ha ido contracorriente, en especial por su apariencia física. En sus inicios, las mujeres frondosas eran las más buscadas, “pero yo siempre he tenido estos chamorritos. Y cuando se pusieron de moda las delgadas, yo ya tenía más de cuarenta. Así que nunca he estado con los parámetros”.

 

Florinda había hecho su última película en 1989, “después estuve en teatro en el 2008 en Sudamérica, con ‘11 y 12’. Me sentía oxidada y golpeada por la vida, la enfermedad de Roberto (q.e.p.d.) como que me dejó con la lágrima tragada para que tu ser querido no vea que estás sufriendo. Y eso te marca la cara y la expresión. No había acabado de superar el duelo y dije: ¿seré capaz de transmitir con mi cara eso que la comedia necesita: mofarte de ti mismo, meterte en un personaje que no eres tú? De pronto me encuentro con alguien que creía en mí. Me sentía despreciada y olvidada por el medio. Porque el medio trata muy mal, no solo a mí, sino a muchos. Cuando yo fui productora y necesitaba adultos mayores, cómo me lo agradecían. Me di cuenta de que había quién creyera en mí. Me ayudó muchísimo y también me asustó”.

 

 

 

Yo tenía miedo del choque generacional y dije siempre tendré la alternativa de escuchar y callar, porque soy muy vieja para todas ellas (las hijas del personaje de

Verónica son interpretadas por Regina Blandón, Fernanda Castillo y Paz Bascuñan). Hice el papel de una mujer de sesenta años y yo ya tengo setenta. Puede ser que alguien vea esto y me quiera tener en pantalla”.

 

 

A la actriz que se diera a conocer por personajes como La Chimoltrufia o Doña Florinda en la serie Chespirito, el tema de Dulce familia le parece extraordinario, porque “se atreve a decir todo eso que la gente prefiere tocar por encimita, de si hay gente gorda pero mejor volteamos para otro lado porque no nos gustan los gordos, o si hay gente vieja hay que voltear a los jóvenes, que tengo setenta años pero me caso con una de treinta por la juventud. Los valores actuales son la idolatría por la juventud y el aspecto físico, la belleza y la esbeltez. Me encantó que abiertamente dijera eso, que tratara los problemas de familia, que son muy profundos: tres hermanas que no se llevan entre sí, una madre que es poca madre, que además le destrozó la vida a dos de ellas y la única que se hizo a un lado y supo ser feliz, la friega. Tami se quiere como es y es feliz como es, en cambio Verónica Trujillos no es como quisiera ser, quiere ser joven, quiere ser esbelta, no quiere envejecer, quiere que el tiempo no pase por su vida y sufre. Es muy frontal descaradamente”.

 

Después de Dulce familia, Florinda Meza quiere “llevar a puerto los proyectos que tengo parados, quiero cumplirle a Roberto aquello que se quedó detenido, como su obra en Broadway, pero también tengo muchos guiones que nunca se hicieron”.

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