Entrevista con Marco Polo Constandse
En la carrera de Marco Polo Constandse hay dos filmes como director, uno de ellos una realización colectiva (Los inadaptados, 2011), y una comedia romántica exitosa (Cásese quien pueda, 2014). Sin embargo, este cineasta de 45 años tiene una larga carrera en la que, por ejemplo, ha sido asistente de dirección de Quentin Tarantino (en los dos volúmenes de Kill Bill), por lo menos en el trabajo en México. Ahora estrenará este 9 de febrero su tercer trabajo de dirección, La boda de Valentina, comedia romántica con guión de Issa López sobre una idea de Beto Gómez, ambos cineastas consolidados en el género de comedia.
“Me encantan las comedias románticas, me parece fascinante el hecho de que los seres humanos tengamos la capacidad de complicarnos más escogiendo entre dos personas –dice Marco Polo–. Pero yo quería hacerlo más grande y complejo y por eso decidí que no fuera nada más que Valentina debe escoger entre dos hombres, sino entre dos mundos”.
El personaje principal de su historia es una chica que radica en Estados Unidos y está comprometida con un gringo, pero tiene que regresar a ayudar a su familia, que está metida en la política y en problemas, y de paso se encuentra a su ex.
“Somos vecinos y vamos a ser vecinos toda la vida de Estados Unidos, y no puedes escribir la historia moderna de México sin hablar de Estados Unidos y viceversa. Es una cultura que existe ahí, que choca con la nuestra, que convive con la nuestra e incluso se ha metamorfoseado en algunas cosas. Para mí era muy importante contar este choque de culturas y me parecía interesante contarlo a través de los ojos de Jason, el personaje que hace Ryan Carnes. Para mí era muy importante que este americano viniera, se me hacía más interesante contarlo desde su perspectiva que desde la de un mexicano en Estados Unidos. Eso es más común o lo conocemos más”.
Marco Polo no tenía claro quiénes serían los actores que harían cada uno de los papeles de su película. “Hay directores que saben muy bien a quién quieren cuando arrancan un proyecto. Yo no. Una de las cosas que más disfruto, o sufro, y se me hace uno de los procesos más interesantes como director, es el casting y encontrar el elenco. Yo casi siempre parto de cero, es muy raro que sepa qué actor quiero. Para mí es un proceso de descubrimiento. Cuando el guión está, o el último tratamiento, son hojas en blanco y negro. Para mí no es sentarme a ver actores, sino que estoy encontrándolos todavía. Como todo es una interacción, para mí es muy importante cómo se ven, cómo se sienten ellos, cómo se miran cuando la cámara no está corriendo, cómo se abrazan, se saludan, se tocan, se alejan. Fue un proceso larguísimo, fueron casi cuatro meses y medio de casting”.
Las situaciones problemáticas de la película no se originan únicamente del triángulo amoroso entre Jason, Valentina (Marimar Vega) y Ángel (Omar Chaparro), sino de las elecciones que están en juego y por lo cual Valentina ha regresado a ayudar a su papá.
“Para mí la comedia tiene la obligación de ser actual, fresca, puntual. Y hoy no puedes hablar de México sin hablar de la política. Le da comedia, porque explica mucho de por qué somos como somos, y esto viene de toda la vida. Puede ser en el momento bastante conveniente, pero no trata de eso la película ni propongo una solución ni un problema”.
La película muestra distintas locaciones de la Ciudad de México: lo mismo un bar del centro con sus parroquianos habituales que una arena de lucha libre, el Faro de Oriente, la avenida Reforma o la Plaza de la República, donde se desarrolla buena parte de la trama. “Se me hace tan o más fascinante que cualquier otra ciudad del mundo y para mí la película es una carta de amor a la Ciudad de México y era muy importante que tuviera todo. Quería enseñar todas estas cosas que tiene esta ciudad, por eso creo que a pesar de su caos y su inseguridad, aquí estamos veintitantos millones de personas, y lo llamamos hogar y no nos vamos ni de locos”.
La boda de Valentina, dice Marco Polo, no se reduce nada más al triángulo de amor de Valentina entre dos hombres, “es entre dos mundos y hay cosas que criticamos y nos reímos y nos burlamos de cómo somos, y al final nos encanta. Para eso era importante que Valentina arrancando en este mundo increíble entre comillas, donde Estados Unidos, que creo que lo tiene, es muy perfecto en papel, muy ordenado, muy bien hecho, no es suficiente para nosotros porque al final extrañas el ruido y a la familia que se mete en tu vida, con la que discutimos y peleamos. Los americanos son mucho más fríos en ese sentido, la familia es un núcleo raro, pero nosotros permitimos, exigimos y dejamos que se meta en todo, pero es lo que somos. Y creo que la película intenta celebrar un poco eso”.