Pitipol y Ya veremos
Ya veremos es una película sobre un reencuentro. Y más que de una pareja, de una familia. Eso dice Pedro Pablo Ibarra, director del filme protagonizado por Mauricio Ochmann y Fernanda Castillo. Pitipol, como se le conoce al también realizador de A la mala (2015), llegó al proyecto por invitación de Rodrigo Trujillo, el productor de la película. Y aunque tardaron un par de años en poder filmar debido a diferentes compromisos que tenían los involucrados, al final la hicieron a finales de 2017.
Pitipol dice que todos los filmes que ha hecho es porque los ha querido hacer. En Ya veremos cuenta la historia de Santi, un niño que no solo experimenta la separación de sus padres, sino también el descubrimiento de un padecimiento degenerativo en la vista.
“Planteo que Santi es un niño muy querido, pero muy abandonado. Muy abandonado porque la mamá está tratando de rehacer su vida y porque el papá sigue con esta obsesión por su trabajo. Y los dos son gente que gracias o pese a esta circunstancia del trabajo no aguantaron estar juntos. Sin embargo, descubren que nunca se han dejado de amar y que tienen que ser una familia”.
Para conseguir que los actores pudieran reflejar eso, Ibarra trabajó mucho con ellos. “Me gusta que juntos descubramos al personaje. Tuvimos muchas pláticas y muchos ensayos para ir puliendo al personaje para que cuando lleguemos al set ya nada más podamos divertirnos y sacarle cosas que no le habíamos sacado, pero basados en la esencia que creamos”.
Una parte importante de la película se desarrolla en Acapulco. La elección de esta locación tuvo que ver con el guion, básicamente. “Ellos tenían que ir por tierra, cantando, para que el niño se sintiera mal y para que estuvieran nada más dos noches. Y el único lugar al que llegas por tierra es Acapulco, y era el único lugar al que podíamos acceder para filmarlo así. Fue una decisión logística que se convirtió en un lugar muy bonito que presumir y lucir. La Quebrada es increíble. Tengo 22 años dirigiendo y nunca había filmado ahí. Fue una gratísima experiencia”.
El realizador sostiene que el mensaje de la película es muy importante. “El glaucoma se puede detectar. Sin embargo, puedes no darte cuenta tan claramente, más siendo un niño. Investigamos profundamente del tema, nos asesoramos mucho y está todo muy documentado. Buscamos que fuera muy fidedigno todo lo que hiciéramos. No engañar al público, no provocar falsas expectativas, no ser absurdos en ciertas cosas. Conforme vamos planteando el tema, lo hacemos de a poquito. Primero se pega el niño, sale y se golpea porque no ve un saliente, y como él es médico, lo detecta. Y no quiere decir que sea un desinterés por parte de la madre, sino que se debe a diversas circunstancias: el niño no lo ha expresado y a ella no le ha tocado ver eso”.
Pero no se trata de una película de sufrimiento. “De entrada, se van a divertir, se van a conmover, van a recibir una montaña rusa de emociones. Es una película de reencuentro, que muestra que cuando desgraciadamente algo nos sacude, nos damos cuenta del amor verdadero y esa unión. Y es una lástima que suceda así”.
Por el momento, Pitipol, a quien le motiva tocar a la gente con base a una imagen o una situación específica, trabaja en un proyecto que le gustaría concretar y en el que ya lleva dos años: Danturu, “es una película donde se combina la fantasía con la realidad, de la fantasía tocando las emociones de las personas y provocando emoción. Es lo que estamos queriendo levantar”.